Hemingway 1 / 1899-1909 LA VIDA AL AIRE LIBRE



En las siguientes entregas del libro que estaba escribiendo sobre Ernest Hemingway y su relación con Spain and the Basque Country, por utilizar los términos del autor, haré un repaso de su vida hasta llegar a la publicación de ‘The Sun Also’, conocido como ‘Fiesta’. Un libro que por aquí tuvo la mala suerte de aparecer con toros en la portada, lo que hizo que muchas se lo tomaran como una historia de eso, de la que el franquismo llamó “la fiesta nacional”. Una lástima. Otro gallo le hubiera cantado al libro si siendo fieles a su contenido en la portada hubiera figurado le seductora Lady Brett. Se trata de una mujer formidable, potente y rompedora. Sirvió de modelo a muchas mujeres que buscaban su independencia y su derecho a gozar del sexo sin ataduras, dueña además de la libertad de palabra tan negada a las mujeres en aquellos años veinte. Tuvieron en ella un espejo en el que buscar el reflejo más deseado. Por supuesto, algunos críticos hispanos la han tratado de prostituta y de ninfómana. Es lo que hay.


Pero eso vendrá después de dar un repaso a la vida del autor. Que, por cierto, nació sin barba.

E.J.O. (Un perro andaluz)



1899-1909 LA VIDA AL AIRE LIBRE


Ernest Miller Hemingway, el segundo de seis hijos y el mayor de los dos varones, nació en Oak Park, suburbio de Chicago, en el estado de Illinois, EEUU. Paralelo 42.

Allí pasó su infancia y adolescencia, y desde allí viajó con sus padres a cazar y pescar en diversos lugares, siendo todavía un recién nacido. En aquellos lugares y durante aquellos años de su vida tuvo un contacto profundo e imperecedero con la naturaleza, en la línea de la gran tradición de su maestro Mark Twain.

Su padre, Clarence Edmonds Hemingway (1871-1928), médico de profesión, amaba la vida al aire libre. Le gustaba cazar, pescar y cocinar, y era además coleccionista de objetos tales como monedas y sellos. A modo de ejemplo, contaba con una gran colección de puntas de flecha de los indios Pattawatomi que había reunido en su juventud.

Desde un principio aquel hombre trató de inculcar sus aficiones a su primer hijo varón, Ernest. Incluso de una manera que hoy incluso se consideraría temeraria. Así lo cuenta Mary V. Dearborn, su primera biógrafa:

“El verano de 1899, tan pronto como el niño fue apto para llevarlo de viaje, se fueron a los bosques del norte. Iba a ser una jornada larga y compleja para una criatura de tan sólo siete semanas. Desde la población suburbana de Oak Park, Illinois, tomaron el tren a Chicago, ahí pasaron a un carruaje con caballo que los llevó hasta el muelle del Lago Michigan, el barco a vapor Manitou los acercó a Harbor Springs, en Little Traverse Bay, y rodando sobre los raíles que se alargaban en curvas sin fin el tren los acercó al depósito de Poteskey, una línea aún más estrecha los puso a los pies de Bear Lake (más tarde Walloon Lake) , hasta que por último un bote a remos los dejó sobre la orilla frente a la propiedad que el doctor Hemingway había comprado a Henry Bacon el verano anterior. Tenía la intención de levantar una casa de verano y habían llegado para resolver los últimos detalles del trato (…) En el sendero del bosque entre su granja y el camino de arena que llevaba a las colinas de Poteskey estaban las chozas de un asentamiento de indios Ottawa”.

Volvieron en 1900, con la casa ya en condiciones de ser habitada. La madre, Grace Hall (1872-1951), profesora de música, cantante y pintora, quiso que la casa se llamara Windermere, como el famoso lago de la Inglaterra ancestral. Pero problemas con la dicción le hicieron optar por el más sencillo de Windemere. El lago era el único baño de la casa. La playa al final de la pendiente era de arena limpia y clara. Aquel verano su padre trajo una hermosa canoa, o bote a remos, en cuyo proa pintó el nombre de Marceline of Windemere. Marceline (1898-1963) era la hermana mayor de Ernest. Luego nacerían otras tres: Ursula (1902-1966), Madeleine (1904-1972) y Carol (1911-2002). Por último nacería su único hermano, Leicester (1915-1982), que tuvo el mismo final trágico que él y que su propio padre.


Ernest había nacido en un entorno en el que algunos de los personajes de leyenda de la nación eran personas que todavía vivían. Así, en 1901, con apenas dos años, lo llevaron a ver el Pawnee Bill's Wild West Story (Pawnee Bill era uno de los compañeros de Buffalo Bill), un espectáculo montado a manera de reality show sobre el Oeste. Se sintió vaquero y fue fotografiado junto al paciente Príncipe de las Praderas. Años más tarde, convertido ya en un sex-simbol, el atuendo de vaquero del Oeste se le pegaría casi como una segunda piel cada vez que visitaba aquellos lugares.

El 21 de julio de 1902, el día mismo en que cumplió tres años, su padre lo llevó por primera vez de pesca. Cuando cumplió los cuatro años la excursión duró todo el día. Llovió sin parar y el muchacho quiso ayudar en todo, incluso remando. Pasado aquel verano entró en el jardín de infancia. Llegada la primavera, cada mañana de sábado se unía al grupo de muchachos organizado por su padre que salía a los bosques de Thatcher a observar e identificar aves, aprender sus nombres y recoger especímenes. Cuando cumplió los cinco, su padre le regaló un microscopio. El verano que cumplió les seis llegó una nueva canoa a remo: Ursula of Windemere. Aquel verano el doctor Hemingway compró una propiedad próxima a Windemere, la llamó Longfield Farm y en ella plantó cientos de árboles frutales y también árboles maderables. Era su sexto verano en Michigan. Al final de mismo ingresó en la escuela. Fue también el final de sus cabellos largos y rizados. El corte de pelo venía a significar el final de la infancia. Al hilo de esto cabe aclarar que el hecho de que desde recién nacido su madre lo vistiera como una niña, que ha hecho correr ríos de tinta y dado lugar a sesudos análisis psicológicos, era algo habitual en aquel contexto. Era casi una glorificación de la inocencia.

Antes, aquel mismo verano, le había sucedido algo extraordinaria. Conoció a su vecino Harold Sampson y se convirtieron en fieles compañeros de aventuras. Juntos descubrieron la vía del ferrocarril que transportaba troncos enormes en largos vagones abiertos. En ellos se llegaban hasta Horton Bay, donde pasados los años Ernest se casaría por primera vez. Cerca de allí, en Horton Creek, los dos colegas pescaban truchas y luego las comían fritas en Pinehurst Cotagge, como cena, siguiendo el consejo de su padre, tan común por lo demás: lo que pesques o caces, cómelo; y si no, no pesques, no caces. También preparaban pollo y les gustaba asar malvaviscos sobre piedras de ceniza en el fuego de campamento en la playa de Windemere.




Otro hecho vino a marcar el final de aquella edad de la inocencia. Ese año los Hemingway dejaron su primera residencia, una casa de estilo victoriano en el 439 de North Oak Park Avenue, herencia del padre de Grace, en la que el matrimonio vivió durante ocho años y en la que nacieron sus tres primeros hijos. Su nueva casa estaba en Kenilworth Avenue. Para Ernest cambiar de residencia iba a convertirse en una pauta. En cuanto a lo aprendido en aquellos primeros años entre la vieja casona y los veranos en la casita junto al lago Bear Lake, no sólo no lo iba a olvidar nunca, sino que con el tiempo pasaría a ser materia prima para su propia obra literaria.

De las experiencias de aquella época y de los subsiguientes años de adolescencia nacieron algunos de sus relatos cortos más importantes, como 'Campamento Indio' o 'Up in Michigan'. En dichos relatos Ernest Hemingway situó como protagonista a un tal Nick Adams, personaje de ficción tan solo a medias, ya que en él claramente se percibía al propio escritor.

Aquella inicial pasión por la naturaleza no la perdió nunca y quedó reflejada en las páginas más líricas de sus obras, esas en las que describe los paisajes, los bosques, las selvas, las montañas o los ríos. Cuando descubrió el rio Irati y el bosque del mismo nombre quedó prendado. En la novela 'The Sun Also Rises', 'Fiesta', quedó reflejada la emoción que le provocaban y lo importante que era todo aquello pare su alter ego, Jake Barnes, y su amigo Bill, un aspecto este que se ha querido obviar al hablar de la novela, de la que sin embargo siempre se citan las matanzas, rituales dicen, de toros: seis cada tarde. Como se ha obviado que en sus últimos Sanfermines, los de 1959, en los que estuvo durante siete días, el grupo, tras el encierro al que no se podía faltar, se fue cuatro días, cuatro, a pescar y pasar el día en el entorno de Irati, para luego volver para el sacrificio de los toros de la tarde. Uno de los días se sintieron tan bien que ni volvieron para los toros. Pero eso lo dejamos para más adelante.



1909-1918: EL ICEBERG DE LA JUVENTUD


A los diez años Hemingway escribió su primer relato conocido. Se trata de una narración estructurado como una carta dirigida a sus padres. En la misma cuenta un viaje en barco, nada menos que a bordo del Mauretania, célebre en su época. Viaje en el que llega a las costas de Irlanda y Escocia, donde tienen lugar rituales extraños, con el detalle de que en un momento del viaje el autor cuenta que han visto un iceberg.

Todo ello parece sacado de la lectura de revistas de la época, que exhibían propaganda de los grandes transatlánticos. El mismo Hemingway viajaría a bordo de algunos de los más ilustres de los años veinte y treinta del siglo XX, incluido el Mauretania, un campeón de las grandes travesías transatlánticas.

La carrera por cruzar el Atlántico en el menor plazo de tiempo había arrancado en el primer tercio del siglo anterior, el XIX, con la rápida extensión de la máquina de vapor, primero, y la no menos rápida sustitución total de la velas en los grandes transatlánticos dotados ya de máquinas de explosión. En 1830 se creó el distintivo de la Banda Azul (Blue Riband), que reconocía al barco que a partir de entonces cruzara el Atlántico en un el menor lapso de tiempo. El primero fue para el Columbia, que aquel mismo año necesitó tan sólo quince días y 23 horas para completar la carrera.

En las cubiertas inferiores de aquellas ciudades flotantes se movieron masas de emigrantes entre Europa y América, mientras en las plantas nobles gentes ricas, aristócratas y millonarias realizaban cruceros de placer. Estaba naciendo el turismo moderno. El Mauritenia era un buen ejemplo de ello.

Botado en 1906, en su día el Mauritenia fue el barco más largo de eslora del mundo, hasta que en 1911 se botara el Olympic. El Mauretania partió de Liverpool en su viaje inaugural el 16 de noviembre de 1907, bajo el mando de su primer capitán, John Pritchard, y se hizo con el récord a la travesía más rápida del Atlántico, en sentido Este, en su viaje de vuelta, con una velocidad media de 23,69 nudos. En septiembre de 1909, el Mauretania se hizo con la Banda Azul por la travesía más rápida en sentido Oeste -cuatro días, seis horas y diez minutos-; un récord que permanecería durante más de dos décadas. Pero, ¿a qué venía tanta prisa en hacer el trayecto? A que había colas de espera. De emigrantes, ya lo hemos apuntado más arriba.



Entre 1815 y 1860 llegaron los EUA cinco millones de personas originarias de Europa, y entre 1860 y 1920 ingresaron otros 27 millones. ¿Dónde viajaban? ¿Cómo era el viaje?

El gran público se enteró de que aquellos millones de personas viajaron hacinadas en las cubiertas bajas de los lujosos transatlánticos gracias a la película Titanic, en su versión de 1997. Entre sus pasajeros, 2.223 nada más ni nada menos, estaban algunas de las personas más ricas del mundo, además de cientos de inmigrantes irlandeses, británicos y escandinavos que iban en busca de una mejor vida en Norteamérica. Parte del costo del viaje de los ricos que hacían turismo transatlántico corría a cuenta de los pordioseros que buscaban su tierra prometida al otro lado del Atlántico. Con el tiempo ya le diría el cura de Mundaka Andrés Untzain a Ernest Hemingway qué era viajar en un monstruo de aquellos en tercera todavía en los años cincuenta, a él, que viajaba en primera.

En fin, pelillos a la mar. El Mauretania se convertiría en uno de los barcos favoritos entre los pasajeros a causa del lujo, además de por la velocidad y la seguridad que el navío proporcionaba. No es extraño que llamara la atención del muchacho, al parecer un lector ávido y un escritor precoz. Lo que no podía saber es que un día viajaría a bordo de aquel hotel flotante. No menos sorprendente, a posteriori, es que “viaje” e “iceberg” sean dos palabras clave que podrían resumir en gran parte la vida y la técnica literaria de Hemingway. Viajó durante toda su vida y se impuso a sí mismo la regla de que lo que contara fuera comparable a la observación del iceberg:

“Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe -dejó escrito en 'Death in the Afternoon', ‘Muerte en la tarde', de 1932-, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado. La dignidad de movimientos de un iceberg se debe a que solamente un octavo de su masa aparece sobre el agua. Un escritor que omite ciertas cosas porque no las conoce, no hace más que dejar lagunas en lo que describe”.

Volviendo al cuaderno escolar que contiene aquel primer relato de Hemingway, está fechado en septiembre de 1909. No hay constancia de ninguna otra incursión en la literatura hasta pasados unos años.

En qué revista pudo leer Ernest Hemingway noticias sobre el Mauretania, es algo que no sabemos. Lo que sabemos es que los viajes turísticos que hemos citado iban generando sus propias necesidades y demandando nuevos productos. Así, el año 1898 se había publicado la guía Baedeker de España y Portugal: 'SPAIN and PORTUGAL / Handbook for Travellers'.

Ernest Hemingway poseyó un ejemplar de la guía, en concreto de la cuarta edición, la de 1913. En esa edición la guía tiene un total de 567 páginas, con 42 mapas de ciudades y 14 planos de los monumentos más destacados. Iruña, Pamplona, ocupa apenas una página. Cita, sí, que tiene plaza de toros, pero nada dice del encierro.


Cabe destacar que en la edición de la guía que poseía Ernest Hemingway el capítulo X, al igual que al menos en la tercera edición, lleva por título “Theatres. Bull Fights. Juego de Pelota.” Y es que en efecto, el juego de pelota se presenta a la par de los otros dos modos de entretenimiento más comunes en la península. Según la primera edición de la guía: “the pelota game is an interesting form of sport which stranger should not fail to see”. Eso sí, advierte que desde que el gobierno ha limitado las apuestas el juego ha perdido parte de su interés.

En la edición que manejó Hemingway ya no había referencia alguna a las apuestas y decía esto que también decía la primera:

The Juego de Pelota, ball-game of the Basques, has, since almost ceased to be played as a village game, and is now known mainly in the form of a public spectacle given by professional players (pelotaris). It is played in Navarre, Catalonia, and Madrid as well as in the Basque Provinces”.

Y al final dice: “The players are invariably Basques or Navarrese”.

Tras lo que ofrece un breve bibliografía: Details will be found in 'La Pelota y los Pelotaris' by Peña y Goñi (1892), the 'Teoria del Juego de Pelota' by A' (1893), and 'El juego de Pelota' by Mirallas (1893).)

El texto sobre los combates a muerte con los toros es más extenso, y también lo es su bibliografía. A Ernest Hemingway la guía le debió ser muy útil. Por una parte, asistió a grandes partidos de pelota y vio jugar a los mejores del momento a lo largo de los años veinte; por otra parte, se pudo iniciar en lo del toreo de cara a la que iba a ser la obra en inglés más importante sobre el tema escrita hasta el momento de su publicación, 1932, la ya citada 'Death in the Afternoon', 'Muerte en la tarde'.




Finalmente en ese capítulo de la guía se dedican cuatro líneas a otra de las pasiones futuras de Ernest Hemingway: “Cock Fighting (Combates o Riñas de Gallos, Funciones Gallísticas) -is also popular in Spain, especially among the less reputable classes, but it is attended by so much disgusting brutality that the tourist is advised to have nothing to do with it.”

Los contenidos de esta guía serían copiados en parte por el Ministerio de Turismo de España en plena franquismo, tal y como veremos.

Volviendo a aquel 1913, el año de la reedición de la 'Guía' aquella, Ernest Hemingway se inicia en el instituto, el Oak Park and River Forest High Scool, junto a su hermana Marceline. En agosto del año siguiente, 1914, estalla la Primera Guerra Mundial. Empieza una mala época para viajar por Europa e incluso para atreverse a cruzar el Atlántico. Una pena, ya que en mayo ese mismo año se ha presentado en Londres la exposición ‘Sunny Spain’, compuesta en base a una gran colección de imágenes románticas y costumbristas, eso sí, sin toros.

Con transatlánticos o sin ellos, con guerras o sin guerras, el turismo no era cosa nueva en Europa, ni en Euskal Herria. A lo largo del siglo XIX la aristocracia europea fue poniendo de moda los baños de olas y, por ende, las ciudades playeras de las costas de aquí y allá. En la década de 1870 comienza la promoción organizada “Spain” como destino internacional. Y allá por 1872, Donostia-San Sebastián era el centro playero más importante del Estado, con 50.000 visitantes.

De todos modos en el Estado español el esfuerzo por atraer el turismo exterior se inicia de manera institucional en 1905, cuando Alfonso XIII crea la primera comisión turística gubernamental de Europa, con el objetivo de fomentar la tal actividad, y en 1911 se crea la Comisión/Comisaría Regia del Turismo. En cualquier caso habría que esperar hasta la finalización de la Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra Europea, para que los viajes de placer sustituyeran a aquellos otros guiados por los jinetes del apocalipsis -terrestres, aéreos, anfibios: omnipresentes-, que cabalgaban sobre las trincheras y extendían gloriosos gases letales a ras de suelo, volaban entre las nubes y dejaban caer bombas verticalmente mortíferas, e incluso nadaban bajo las aguas marinas y lanzaban torpedos de majestuosa capacidad destructiva.

De momento aquella guerra todavía no recibía el nombre de Primera Guerra Mundial. Habría que esperar, pero no tardaría en serlo. Los EUA seguían a lo suyo. En paz, como inocentes del todo. Y así nace el 1 de abril de 1915 Leicester Hemingway, el hermano pequeño de Ernest, que ya va haciendo de las suyas. El 30 de julio de ese año mata ilegalmente una garza azulada y huye del guarda del coto. Llevado ante el juez es condenado a pagar una multa de 15$. A partir de septiembre de ese año, aparte de jugar en el equipo local de rugby americano, escribe para el periódico escolar The Trapeze. En febrero del año siguiente, 1916, publica en Tabula, la revista literaria del instituto, la narración corta “The Judgment of Manitou” y en abril publica “A Matter of Colour”. Nuevamente en febrero, pero ya en 1917, publica trabajos humorísticos y poesía en The Trapeze. En abril de ese año los EUA entran en la guerra. En junio Ernest y Marceline se gradúan en el instituto.

Y ya está, esa es la parte más visible del iceberg que debió ser la adolescencia y primera juventud de Ernest Hemingway, que, renunciando 1a la posibilidad de transitar del instituto a la universidad, decide salir directamente al mundo. Y seguir escribiendo. Veamos.







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